lunes, 28 de mayo de 2012
martes, 22 de mayo de 2012
Etape du Dales
¿Qué pasa "biciosos"?
Me habían dicho que la Etape du Dales era dura. 3.540 metros de desnivel acumulado en 175 kilómetros. ¡El desnivel de la Quebrantahuesos en 30 kilómetros menos!
Me habían dicho también que la prueba recorría no sólo las "montañas" más altas de Inglaterra (que no del Reino Unido) sino que también los parajes más bonitos de Inglaterra.
Me habían advertido que en "el norte" las probabilidades de que el clima fuese frío, lluvioso, ventoso o todo a la vez eran muy altas. Hasta la organización lo advertía en sus mails.
¡Pero qué me van a contar a mi del clima en "el norte" si soy asturiano! Que le pregunten a los amigos del Pakefte que se fueron este fin de semana a hacer la clásica de los Lagos de Covadonga como se las gasta el clima en el norte.
Además, yo me curtido de lluvias y mal tiempo. Si mi primera Quebrantahuesos fue un bautismo (cuasi literal) este año llevo la Surrey Rumbler y el 200 de Droitwhich a Towcester que me tienen los huesos todavía húmedos.
¡Nada que temer en ese frente! Pero, por si acaso, todo el arsenal de ropa de abrigo en la mochila.
Me gusta la organización de este evento. Tiene un toque de originalidad en como se organiza la salida. No hay una hora fija, se puede poner uno en marcha entre las 6:30 y las 9:00 de la mañana. No dejan salir a grupos de más de 12 para evitar aglomeraciones. La ruta no está cerrada al tráfico, pero transcurre por carreteras muy tranquilas, muy parecidas a las que usamos en Asturias cuando por allí salimos.
El plan era hacer la ruta con dos compañeros de la oficina, Marcus, un "alemanote" de por lo menos 1 metro 90 y con Pete, el nigeriano-norirlanes protagonista de una de mis primeras salidas en bici en Inglaterra. Habíamos quedado en ponernos en marcha a las 6:30.
A las 5 de la mañana me sonó el despertador en el hotel. Desayuné y a las 5:30 me puse en marcha. Desde al hotel hasta la salida tenía unos 15 kilómetros ligeramente en subida que me sirvieron para ir calentando.
Llegar a la salida, acreditarse en menos de un minuto, encontrarme con Pete y, juntos, encontrarnos con Marcus. Todo suave como la seda.
A las 6:30 nos pusimos en marcha. Salimos entre los 10 primeros.
Unos kilómetros de falso llano que discurrieron con tranquilidad y enseguida empezó el sube y baja que sería toda la jornada.
Subidas en general con rampas duras, cortas y a escalones. Una rampa dura de 100 metros, un pequeño descanso y otra rampa dura. Así una tras otra.
El guión siempre el mismo. Yo me lanzaba en las subidas, pedaleando mucho tiempo de pie sobre la bici, apretando un poco pero sin llegar a exprimirme. Al llegar al alto me paraba y al poco aparecía Pete y poco después Marcus.
Descenso empinado y peligroso y vuelta a empezar. Y así, una tras otra, se fueron sucediendo las subidas.
Fueron por lo menos dos descensos señalizados con el 25% e incontables los señalizados con el 17, 15 ó 12% Y las subidas eran parecidas. No tengo ni idea de que músculos trabajan cuando te levantas sobre la bici, pero ayer vivieron una jornada de especial estrés.
Por otro lado ni rastro del mal tiempo. Un poco de frío por la mañana, pero oye, que eran las 6:30. Enseguida se quedó una temperatura agradable y muy indicada para este tipo de esfuerzos. ¡Más de un ciclista local iba en manga corta y pantalón corto! De hecho, en lo alto de las cimas incluso brillaba el sol. Como me dijo uno de los participantes ¡Te lo has traído de España!
El paisaje de la ruta también es digno de destacar. La ruta circula por el parque nacional de Dales y ofrece unas vistas magníficas de "montañas" pulidas por el viento y valles rebosantes en verde primaveral.
Todo iba, literalmente, sobre ruedas hasta el comienzo de la subida de Tan Hill Top
Marcus iba delante, Pete unos metros detrás y yo unos metros retrasado. En esto que se oye como un disparo; la rueda delantera de la bici de Pete acababa de explotar.
Nos paramos. Un primer vistazo a la cubierta y parece que no está dañada. Al ser sólo un pinchazo Marcus se pone en marcha y yo me quedo con Pete para ayudarle con el pinchazo.
Pero al montar la cubierta descubrimos que en realidad el latera de la cubierta tiene un raja. Justo en el borde con la llanta. Mala pinta tiene el tema y ninguno de nosotros llevaba cubierta (cuando llevo la bici en configuración brevetera si que llevo una cubierta, lo aprendí en el 400 de Algete de 2010, pero en este tipo de marchas no tendré que volver a considerar si será una buena idea).
Montamos una cubierta nueva. Hinchamos la rueda (me llamó la atención que aquí son muy populares los cartuchos de aire comprimido para hinchar la ruedas) y el bulto en el lateral era muy evidente. Esa rueda podría reventar en cualquier momento. Mala pinta.
Probamos a rebajarle un poco la presión y el bulto se disimuló algo. Parece que podríamos ponernos en marcha.
El plan era subir hasta la cima de Tan Hill donde estaba el puesto de avituallamiento más grande de la ruta y donde creíamos que podrían tener cubiertas.
Eso si, subimos despacito, despacito para no tentar a la suerte de que reventase la rueda en algún bache.
Y despacito, despacito llegamos a la cima de Tan Hill donde, curiosamente, hay un pub, el Tan Hill Inn y que resulta ser el pub situado a mayor altitud de Inglaterra (528m, tampoco es que sea muy alto).
Lamentablemente en el control nos dijeron que no tenían cubiertas y un ciclista que estaba comiendo al lado de su propio coche de apoyo nos dijo que tampoco (yo creo que si que tenía pero que pasó de venderle una a Pete).
Eran las 12 de la mañana. Llevábamos 5 horas y media de ruta y todavía estábamos en el kilómetro 80 de 180, mandé un SMS a mi afición para advertirles de que, vistas las circunstancias, tardaríamos en llegar.
En este control comimos, había de todo pero yo me decanté por un sandwich y un par de muffins que me supieron a gloria. Y mientras comimos Pete decidió que el no podría acabar en esas condiciones. Consultó con su móvil y descubrió una estación de tren cerca de la ruta. Esa iba a ser su ruta de escape.
Nos dispusimos a descender con mucha precaución. El ascenso había sido largo y empinado y el descenso tenía esa pinta. Marcus por delante, Pete un poco por detrás y yo cerrando la comitiva bajábamos muy, pero que muy despacio. Pete no podía frenar con el freno delantero por miedo a reventar la rueda.
En estas oímos a un ciclista que gritaba algo como "voy dándole, voy dándole" ("digging, digging"). Y si, debía ir dándole, por lo menos a los pedales, porque a pesar de lo lejanos que sonaron los gritos al poco nos pasó un ciclista con pinta "pro" a una velocidad que yo inmediatamente reaccioné con "pero ¿a donde vas alma de cántaro? ¡Que te vas a matar!" que no oyó dado que ya estaba lejos y yo no chillé lo suficiente y que si hubiese oído no habría entendido porque lo dije en perfecto castellano.
Nosotros seguimos bajando tranquilamente y en estas vimos una señal indicando un 25%. Una curva a la derecha acompaño a la sensación de que la carretera se acababa. ¡Coño que empinado!
A pesar de necesitar toda mi atención para negociar esa curva y la rampa que la seguía pude ver a la izquierda al "pro" de pie al borde de la carretera. Estaba checkeandose. ¡Se había salido de la carretera!. Por suerte no parecía haberle pasado nada serio. De echo al poco me volvió a adelantar, aunque esta vez ya no iba chillando nada.
Aun así, al poco me lo volví a encontrar parado a un lado de la carretera. Era una zona ya mucho menos empinada y no parecía que se hubiese vuelto a salir; más bien que estaba volviendo a checkearse. Esta vez me dio más tiempo a fijarme en él. No parecía que se hubiese roto nada, pero ensangrentado estaba un rato. Tenía las piernas de un hecce hommo, buena torta se había pegado el "pro".
A los pocos kilómetros del descenso Pete se desvió de la ruta camino a la estación del tren y nos quedamos Marcus y yo para hacer el resto de la ruta.
La segunda parte de la ruta es un poco más liviana que la primera. Sigue siendo un sube y baja, pero ahora era más llevadero. Y eso nos permitió coger un ritmo que a pesar de no ser rápido, nos mantenía dentro del tiempo de corte del último control.
Y al último control llegamos todavía con media hora de margen. Ya éramos de los últimos; es decir, al haber salido de los primeros, prácticamente nos habían adelantado los mil participantes de la marcha, pero los ánimos estaban altos.
Claro que en las últimas subidas Marcus empezó a acusar el esfuerzo y las tuvo que hacer más despacio.
Aun así, al coronar la última "montaña" nos quedaban 25 kilómetros de terreno favorable y ahí se sobrepuso ayudado su peso y longitud de piernas lo que la permitió rodar a buen ritmo.
Eran casi las seis de la tarde. El ambiente en la llegada era bueno, pero era evidente que ya se habían ido la mayoría de los ciclistas. De hecho mi afición personal me contó que la organización les había dicho que faltaban 40 ciclistas por llegar. Después de un par de salidas en las que he andado revolucionado he vuelto a acabar una marcha fiel al espíritu del Pakefte.
Un párrafo final para destacar lo sobresaliente la organización. No disponían de los medios de las grandes marchas ciclistas (autobuses de rescate, asistencia en carretera) pero si que han conseguido crear un evento muy de mi gusto. "Pequeño" y no muy competitivo, te toman los tiempos y los publican, pero tengo la sensación la originalidad de la forma de salir (nunca lo había visto en un evento ciclista) creo que paliaba el espíritu aveces demasiado competitivo de los grandes eventos ciclistas. Con mucho énfasis en la seguridad, tenían ambulancias y puestos de radio en todos los descensos peligrosos, que eran muchos y bien señalizados. Una ruta preciosa y muy fácil de seguir que necesitó de muy poca señalización. Unos controles donde no faltó de nada. Incluso los últimos controles, a los que llegamos siendo de los últimos ciclistas que por allí pasaban, tenían de todo; geles, barritas, plátanos, bebidas energéticas, sandwiches. Magnífica la amabilidad de los voluntarios; alguien me commentó que la gente del "norte" era así ;-)
Los datos de la ruta:
Javier Arias González
Me habían dicho que la Etape du Dales era dura. 3.540 metros de desnivel acumulado en 175 kilómetros. ¡El desnivel de la Quebrantahuesos en 30 kilómetros menos!
Me habían dicho también que la prueba recorría no sólo las "montañas" más altas de Inglaterra (que no del Reino Unido) sino que también los parajes más bonitos de Inglaterra.
Uno de los paisajes de la ruta |
¡Pero qué me van a contar a mi del clima en "el norte" si soy asturiano! Que le pregunten a los amigos del Pakefte que se fueron este fin de semana a hacer la clásica de los Lagos de Covadonga como se las gasta el clima en el norte.
Además, yo me curtido de lluvias y mal tiempo. Si mi primera Quebrantahuesos fue un bautismo (cuasi literal) este año llevo la Surrey Rumbler y el 200 de Droitwhich a Towcester que me tienen los huesos todavía húmedos.
¡Nada que temer en ese frente! Pero, por si acaso, todo el arsenal de ropa de abrigo en la mochila.
Me gusta la organización de este evento. Tiene un toque de originalidad en como se organiza la salida. No hay una hora fija, se puede poner uno en marcha entre las 6:30 y las 9:00 de la mañana. No dejan salir a grupos de más de 12 para evitar aglomeraciones. La ruta no está cerrada al tráfico, pero transcurre por carreteras muy tranquilas, muy parecidas a las que usamos en Asturias cuando por allí salimos.
El plan era hacer la ruta con dos compañeros de la oficina, Marcus, un "alemanote" de por lo menos 1 metro 90 y con Pete, el nigeriano-norirlanes protagonista de una de mis primeras salidas en bici en Inglaterra. Habíamos quedado en ponernos en marcha a las 6:30.
A las 5 de la mañana me sonó el despertador en el hotel. Desayuné y a las 5:30 me puse en marcha. Desde al hotel hasta la salida tenía unos 15 kilómetros ligeramente en subida que me sirvieron para ir calentando.
Llegar a la salida, acreditarse en menos de un minuto, encontrarme con Pete y, juntos, encontrarnos con Marcus. Todo suave como la seda.
A las 6:30 nos pusimos en marcha. Salimos entre los 10 primeros.
Unos kilómetros de falso llano que discurrieron con tranquilidad y enseguida empezó el sube y baja que sería toda la jornada.
Marcus coronando una "montaña" |
Pete, portando el erotico-dorsal, bebiendo en lo alto de una "montaña" |
Pete coronando otra "montaña" |
Otra de las carreteras por las que rodamos (foto de Marcus) |
Un descenso del 16% y al fondo se ve una de las subidas |
Carreteras muy tranquilas y sin aglomeración de cicistas |
Disfrutando del sol en lo alto de otra "montaña" (foto de Marcus) |
En un valle a los pocos kilómetros de haber empezado la ruta |
La subida a Tan Hill, al fondo se aprecian los ciclistas "escalando" |
Nos paramos. Un primer vistazo a la cubierta y parece que no está dañada. Al ser sólo un pinchazo Marcus se pone en marcha y yo me quedo con Pete para ayudarle con el pinchazo.
Dándonos cuenta que la cubierta estaba perjudicada (foto de Marcus) |
Montamos una cubierta nueva. Hinchamos la rueda (me llamó la atención que aquí son muy populares los cartuchos de aire comprimido para hinchar la ruedas) y el bulto en el lateral era muy evidente. Esa rueda podría reventar en cualquier momento. Mala pinta.
Probamos a rebajarle un poco la presión y el bulto se disimuló algo. Parece que podríamos ponernos en marcha.
El plan era subir hasta la cima de Tan Hill donde estaba el puesto de avituallamiento más grande de la ruta y donde creíamos que podrían tener cubiertas.
Eso si, subimos despacito, despacito para no tentar a la suerte de que reventase la rueda en algún bache.
Subida a Tan Hill |
Cartel en el Tan Hill Inn |
El aspecto del control, me llamó la atención que las bicicletas estuviesen por el suelo |
En este control comimos, había de todo pero yo me decanté por un sandwich y un par de muffins que me supieron a gloria. Y mientras comimos Pete decidió que el no podría acabar en esas condiciones. Consultó con su móvil y descubrió una estación de tren cerca de la ruta. Esa iba a ser su ruta de escape.
Foto panorámica en el descenso de Tan Hill (foto de Marcus) |
En estas oímos a un ciclista que gritaba algo como "voy dándole, voy dándole" ("digging, digging"). Y si, debía ir dándole, por lo menos a los pedales, porque a pesar de lo lejanos que sonaron los gritos al poco nos pasó un ciclista con pinta "pro" a una velocidad que yo inmediatamente reaccioné con "pero ¿a donde vas alma de cántaro? ¡Que te vas a matar!" que no oyó dado que ya estaba lejos y yo no chillé lo suficiente y que si hubiese oído no habría entendido porque lo dije en perfecto castellano.
Nosotros seguimos bajando tranquilamente y en estas vimos una señal indicando un 25%. Una curva a la derecha acompaño a la sensación de que la carretera se acababa. ¡Coño que empinado!
Uno de los descensos al 25% del día |
Aun así, al poco me lo volví a encontrar parado a un lado de la carretera. Era una zona ya mucho menos empinada y no parecía que se hubiese vuelto a salir; más bien que estaba volviendo a checkearse. Esta vez me dio más tiempo a fijarme en él. No parecía que se hubiese roto nada, pero ensangrentado estaba un rato. Tenía las piernas de un hecce hommo, buena torta se había pegado el "pro".
A los pocos kilómetros del descenso Pete se desvió de la ruta camino a la estación del tren y nos quedamos Marcus y yo para hacer el resto de la ruta.
Cattle grid marcando el premio de la montaña. Lo justo para llegar al sprint |
Y al último control llegamos todavía con media hora de margen. Ya éramos de los últimos; es decir, al haber salido de los primeros, prácticamente nos habían adelantado los mil participantes de la marcha, pero los ánimos estaban altos.
Claro que en las últimas subidas Marcus empezó a acusar el esfuerzo y las tuvo que hacer más despacio.
Aun así, al coronar la última "montaña" nos quedaban 25 kilómetros de terreno favorable y ahí se sobrepuso ayudado su peso y longitud de piernas lo que la permitió rodar a buen ritmo.
Eran casi las seis de la tarde. El ambiente en la llegada era bueno, pero era evidente que ya se habían ido la mayoría de los ciclistas. De hecho mi afición personal me contó que la organización les había dicho que faltaban 40 ciclistas por llegar. Después de un par de salidas en las que he andado revolucionado he vuelto a acabar una marcha fiel al espíritu del Pakefte.
Un párrafo final para destacar lo sobresaliente la organización. No disponían de los medios de las grandes marchas ciclistas (autobuses de rescate, asistencia en carretera) pero si que han conseguido crear un evento muy de mi gusto. "Pequeño" y no muy competitivo, te toman los tiempos y los publican, pero tengo la sensación la originalidad de la forma de salir (nunca lo había visto en un evento ciclista) creo que paliaba el espíritu aveces demasiado competitivo de los grandes eventos ciclistas. Con mucho énfasis en la seguridad, tenían ambulancias y puestos de radio en todos los descensos peligrosos, que eran muchos y bien señalizados. Una ruta preciosa y muy fácil de seguir que necesitó de muy poca señalización. Unos controles donde no faltó de nada. Incluso los últimos controles, a los que llegamos siendo de los últimos ciclistas que por allí pasaban, tenían de todo; geles, barritas, plátanos, bebidas energéticas, sandwiches. Magnífica la amabilidad de los voluntarios; alguien me commentó que la gente del "norte" era así ;-)
Mis tiempos de paso por los distintos controles |
Los datos de la ruta:
- Kilómetros: 177,76
- Tiempo empleado: 10:53:05
- Velocidad media total: 16,33 km/h
- Tiempo rodando: 8:58:11
- Velocidad media rodando: 19,7 km/h
- Tiempo parado: 1:54:54
- Velocidad Máxima: 67,00 km/h
- Calorías consumidas: 4.875 kcal
- Pulsaciones medias: 112 ppm
- Pulsaciones máximas: 167 ppm
- Cadencia media: 67 rpm
- Cadencia máxima: 100 rpm
- Link a strava: Se me quedó sin batería el móvil :-(
Javier Arias González
miércoles, 16 de mayo de 2012
Old Roads 300
Una de dos. O soy tonto, o soy arrogante. Y ninguna de las dos opciones me gusta.
El plan era desplazarse hasta Devon para hacer el Old Roads 300.
El plan era hacerse los primeros 230 kilómetros a buen ritmo y parando lo menos posible; parar, aunque poco tiempo, a comer algo y hacerse los 84 kilómetros finales otra vez a buen ritmo y parando lo menos posible.
La idea de fondo era que haciendo esto me estaría "entrenando" para la Quebrantahuesos.
¿Por qué o bien soy tonto o bien arrogante? Porque me descargo el track para cargarlo en el móvil y no se me ocurre consultar el perfil...
Y el perfil tenía esta pinta
Casi 3.500 metros de desnivel con cuatro "colinas" en los últimos 40 kilómetros. La cuenta para llegar cansado a los kilómetros finales.
Eramos unos 20 ciclistas. Nos pusimos en marcha y enseguida me puse a seguir a una distancia prudencial a un ciclista que circulaba a buen ritmo y que casi inmediatamente distanciamos a todos los demás. La ventaja que me sacaba oscilaba entre ir a rueda y 100 metros, más que nada dependiendo de sus cambios de ritmo porque yo juro que rodaba a un ritmo constante.
Menos cuando atravesamos una ciudad. De repente me encontré con que había perdido la línea de la hoja de ruta por la que iba y con el dilema de si parar y comprobar mi móvil o seguir de cerca al ciclista y fiarme de él hasta que me volviese a encontrar.
No era una decisión fácil. El ciclista parecía saber a donde se dirigía, pero circulaba por la ciudad demasiado deprisa, arriesgaba demasiado para mi gusto.
Decidí seguirle y aunque un semáforo él que se saltó en rojo nos separó momentáneamente al final salimos de la ciudad "juntos" (y lo entrecomillo porque es decir juntos es mucho decir, estábamos en esa situación rara en la que él sabía que yo estaba ahí y yo le tenía a él como referencia, pero no nos habíamos dirigido la palabra).
Y "juntos" llegamos al primer control, km 63.8. El Little Red Rooster Café. Mientras aparcamos la bici le comento que lleva un buen ritmo y su respuesta es un poco cortante. Se ve que no quería conversación. Y yo, sensible a los estados de ánimo de los demás, me abstuve de darle más conversación.
Entramos en el café; él se pone en el mostrador y yo detrás de él haciendo cola. El señor que atendía la barra estaba en la cocina preparando algo, se asomó a la puerta y nos dijo algo como "yaaaa voooy".
Al ciclista que estaba delante de mi le debió parecer demasiado larga la espera porque sin llegar a esperar un minuto decidió salir, cruzar la calle y dirigirse a un cajero automático. Obtuvo un ticket del cajero automático, volvió a su bici y se puso en marcha. Yo seguía esperando al camarero...
Y cuando salió me selló la brevet, pero no era plan irse sin consumir por lo que le pedí un chocolate caliente (eran las 8:30 de la mañana) y me senté a beberlo. Si, ya se que el plan era parar lo menos posible, pero la elegancia ha de tener prioridad frente a los planes.
Cuando acabé mi chocolate caliente me puse en marcha y justo en ese momento llegaba un grupo de tres o cuatro ciclistas. Habíamos abierto un buen hueco.
El caso es que ahora rodaba sólo, pero estaba disfrutando la sensación. No es que hiciese calor, pero el sol brillaba en el cielo, el paisaje era realmente bonito y las instrucciones de la ruta eran sencillas, es decir, una instrucción para varios kilómetros y la siguiente un giro en T, los más fáciles de navegar, tiras todo de frente hasta que sólo puedes ir o a la derecha o a la izquierda y entonces vuelves a consultar la hoja de ruta. Me gustan las hojas de rutas sencillas porque me permiten olvidarme de la navegación y disfrutar de la ruta, del paisaje, del ritmo, de la bici.
Y disfrutando, disfrutando cuando faltaban unos 10 kilómetros para el siguiente control me adelantó un ciclista. Rodaba rápido y con pedalada pesada, imposible seguirle.
Y a los 5 kilómetros para el control me encontré con el ciclista con el que había "compartido" el primer tramo. Estaba meando en medio de la carretera. Le adelanté con un saludo breve y seguí disfrutando.
En el kilómetro 168 estaba el siguiente control. Entré en un supermercado, compré algo para comer y enseguida me puse en marcha. El ciclista que me había adelantado también se ponía en marcha, me saludó y creo que casi hizo ademán de que fuésemos juntos, pero él rodaba más rápido que yo, enseguida se distanció.
Me quedaban 60 kilómetros hasta el siguiente control, donde pensaba comer y, la verdad, se me pasaron muy rápido. Me estaba gustando el recorrido. No sólo seguir la hoja de ruta era sencillo sino que la ruta estaba teniendo subidas muy interesantes, bajadas muy rápidas y llanos en los que rodar alegre y, además, los paisajes oscilaban entre muy bonitos y preciosos.
Aun así, cuando llegué a Cheddar, la ciudad del famoso queso, donde se encontraba el siguiente control (km, 227) ya me sentía un poco cansado. Eran las 15:36, llevaba 9 horas y media de ruta a buen ritmo, las piernas empezaban a notarse cansadas.
En Cheddar el control era en un pub. Como la temperatura era agradable me senté en la terraza, compré la bebida y saqué mi tupper con mi ensalada de pasta. En la mesa de al lado estaba el ciclista rápido comiéndose un sandwich de lomo comentamos la ruta, le comento que rodaba muy rápido y él deja caer que se sorprendía de lo poco cansado que se encontraba. Ojiplático me dejó.
En otra mesa cercana una señora mayor y su hijo cercano a la treintena me preguntaron si era de Kingston (llevaba el maillot de los Kingston Wheelers), resulta que ellos también vivían en Kingston. Casualidades de la vida.
El ciclista rápido se puso en marcha unos cinco minutos antes que yo y se despidió diciendo, nos vemos en el siguiente control.
El siguiente control estaba a 45 kilómetros de distancia pero se me hicieron pesados. Había parado "sólo" 30 minutos para comer pero me costó arrancar. Encima me pasé un giro y acabé haciendo dos o tres kilómetros de más. También soplaba algo de viento...
Vamos que ya estaba cansado y cualquier disculpa era buena para quejarse.
De todas maneras no me torturé mucho. Bajé un poco el ritmo haciendo el cálculo mental de que una vez que pasase la digestión me encontraría mejor.
Y en estas llegué al siguiente control. Una gasolinera en el kilómetro 272. Ni rastro del ciclista rápido, pero no me extraña, imagino que no habría parado mucho tiempo y viendo su ritmo iría bastante por delante. Yo tampoco paré mucho, lo justo para comprar un zumo y una bolsa de cheetos (voy a tener que revisar mi dieta en las rutas) y dar cuenta de lo comprado.
Cuando me puse en marcha ya me sentía mucho mejor. Quedaban sólo 37 kilómetros, la ruta estaba prácticamente echa.
Pero no. El ser tonto o arrogante es lo que tiene, que vas sin saber lo que te viene por delante. Y lo que apareció por delante fue una colina con un desnivel que nada más verla me hizo poner el piñón más grande y eso que me faltaban varios metros para llegar a la subida.
Una subida corta, pero dura. El peso de la bici, las piernas pensando ya en descansar, el corazón que se niega a bombear más rápido; de repente los metros avanzaban muy despacio.
Y cuando se acabó esa colina vino otra. Posiblemente un poco más corta, pero un poco más empinada. Ni siquiera la cuesta abajo me sirvió para relajarme.
Más que nada porque enseguida apareció otra colina. Además esta era de las que engañan; de esas que te crees que estás coronando y de repente tomas una curva y descubres otra cuesta que te espera. Y así varias veces, y cansado como estaba, y venga pa'riba después de otra curva, se me estaba quedando larga la ruta...
Cuando coroné me sentí muy aliviado, estaba en el kilómetro 300, faltaban 10 kilómetros para el control final, estaba en lo alto de una colina. De aquí en adelante tendría que ser to'pa'bajo...
Y con esa idea me planteé el descenso. Pedaleando con alegría, agilidad y fuerza. Buscando acabar la ruta con rapidez.
Pero mira tu por donde que a los tontos y a los arrogantes el destino les tiene preparadas sorpresas y en mi caso la sorpresa era una colina.
Y es que la cosa pintaba mal. El descenso me estaba llevando a un valle bastante profundo. Y explorando hacia donde se dirigía la carretera no parecía ni que el pueblo final estuviese cerca ni que se pudiese salir del valle de otra manera que no fuese "pa'rriba".
Y así fue. Por suerte la carretera de esta "colina" tenía buena trazada y la pendiente no era muy pronunciada. Sin fiarme ya de nada decidí poner un ritmo de subida tranquilo y armarme de paciencia.
Y con paciencia todo de anda. Al final coroné. Ahora si que si, apenas faltan 5 kilómetros, ahora si que tiene que ser todo "pa'bajo". Meto plato y acabo fichando en el último control a las 20:30.
En el último control está el ciclista rápido y veo en su brevet que él ha llegado 35 minutos antes que yo. ¡Que tio!
Yo comento que me habían sorprendido las últimas colinas, que no me las esperaba; y uno de la organización dice que la ruta del año pasado era más fácil, pero que este año la han cambiado. A pesar de todo les cuento que me había encantado la ruta. Sencilla de navegar, con paisajes preciosos, con buenas subidas. Un 300 que me gustará repetir AHORA QUE YA CONOZCO EL PERFIL...
Me acabo la leche y las galletas que me había pedido en el control (gran costumbre esta de que los brevets acaben en un control donde te ofrecen comida) y me despido. Todavía me quedan tres horas de conducir hasta llegar a casa y quiero cenar algo antes de ponerme al volante.
En el restaurante del hotel donde había dormido la noche antes me pido una hamburguesa de pollo, mientras me la preparan me cambio y meto la bici y demás enseres en el coche. Me como la hamburguesa, arranco el coche y, cuando estoy saliendo del pueblo, ya de noche, me cruzo con el siguiente grupo de ciclistas, 50 minutos más tarde y con una cara de cansancio que me impresionó. Se ve que a ellos también se les había hecho larga la ruta.
Pero no acaba aquí la cosa. El domingo dediqué el día a la familia. El lunes fui a trabajar en bici (23 kilómetros en cada sentido) y noté que no me había recuperado del todo.
¡¡¡¡Pero que esperabas alma de cántaro!!!!
No contento con eso el martes decido ir de nuevo en bici al trabajo. "Rodaré despacio para estirar los músculos". A los 100 metros ya noto que ni despacio ni leches, que estoy cansado. A los 200 metros se pone a llover con mucha fuerza. A los 250 se me pasa por la cabeza la idea de dar la vuelta y dejar la bici en casa e ir en tren a trabajar. A los 300 metros, inexplicablemente, decido que voy a trabajar en bici.
Llegué con la mayor mojadura que recuerdo en mis desplazamientos al trabajo. Hasta se hizo un charco en el ascensor; y eso que yo me bajo en la primera planta...
De vuelta a casa iba pensando "mañana voy a trabajar en tren, que tengo que descansar, este domingo tengo la Etape du Dales (175km y 3.540 metros de desnivel)"
Hoy, miércoles, se ha levantado el día con un sol expléndido, y yo a trabajar en tren.
Mira que sea lo que sea, tonto o arrogante, pero YO MAÑANA ME VOY A TRABAJAR EN BICI.
Los datos de la ruta:
A cuidarse
Javier Arias González
El plan era desplazarse hasta Devon para hacer el Old Roads 300.
El plan era hacerse los primeros 230 kilómetros a buen ritmo y parando lo menos posible; parar, aunque poco tiempo, a comer algo y hacerse los 84 kilómetros finales otra vez a buen ritmo y parando lo menos posible.
La idea de fondo era que haciendo esto me estaría "entrenando" para la Quebrantahuesos.
¿Por qué o bien soy tonto o bien arrogante? Porque me descargo el track para cargarlo en el móvil y no se me ocurre consultar el perfil...
Y el perfil tenía esta pinta
Casi 3.500 metros de desnivel con cuatro "colinas" en los últimos 40 kilómetros. La cuenta para llegar cansado a los kilómetros finales.
Eramos unos 20 ciclistas. Nos pusimos en marcha y enseguida me puse a seguir a una distancia prudencial a un ciclista que circulaba a buen ritmo y que casi inmediatamente distanciamos a todos los demás. La ventaja que me sacaba oscilaba entre ir a rueda y 100 metros, más que nada dependiendo de sus cambios de ritmo porque yo juro que rodaba a un ritmo constante.
Menos cuando atravesamos una ciudad. De repente me encontré con que había perdido la línea de la hoja de ruta por la que iba y con el dilema de si parar y comprobar mi móvil o seguir de cerca al ciclista y fiarme de él hasta que me volviese a encontrar.
No era una decisión fácil. El ciclista parecía saber a donde se dirigía, pero circulaba por la ciudad demasiado deprisa, arriesgaba demasiado para mi gusto.
Decidí seguirle y aunque un semáforo él que se saltó en rojo nos separó momentáneamente al final salimos de la ciudad "juntos" (y lo entrecomillo porque es decir juntos es mucho decir, estábamos en esa situación rara en la que él sabía que yo estaba ahí y yo le tenía a él como referencia, pero no nos habíamos dirigido la palabra).
Y "juntos" llegamos al primer control, km 63.8. El Little Red Rooster Café. Mientras aparcamos la bici le comento que lleva un buen ritmo y su respuesta es un poco cortante. Se ve que no quería conversación. Y yo, sensible a los estados de ánimo de los demás, me abstuve de darle más conversación.
Entramos en el café; él se pone en el mostrador y yo detrás de él haciendo cola. El señor que atendía la barra estaba en la cocina preparando algo, se asomó a la puerta y nos dijo algo como "yaaaa voooy".
Al ciclista que estaba delante de mi le debió parecer demasiado larga la espera porque sin llegar a esperar un minuto decidió salir, cruzar la calle y dirigirse a un cajero automático. Obtuvo un ticket del cajero automático, volvió a su bici y se puso en marcha. Yo seguía esperando al camarero...
Y cuando salió me selló la brevet, pero no era plan irse sin consumir por lo que le pedí un chocolate caliente (eran las 8:30 de la mañana) y me senté a beberlo. Si, ya se que el plan era parar lo menos posible, pero la elegancia ha de tener prioridad frente a los planes.
Cuando acabé mi chocolate caliente me puse en marcha y justo en ese momento llegaba un grupo de tres o cuatro ciclistas. Habíamos abierto un buen hueco.
El caso es que ahora rodaba sólo, pero estaba disfrutando la sensación. No es que hiciese calor, pero el sol brillaba en el cielo, el paisaje era realmente bonito y las instrucciones de la ruta eran sencillas, es decir, una instrucción para varios kilómetros y la siguiente un giro en T, los más fáciles de navegar, tiras todo de frente hasta que sólo puedes ir o a la derecha o a la izquierda y entonces vuelves a consultar la hoja de ruta. Me gustan las hojas de rutas sencillas porque me permiten olvidarme de la navegación y disfrutar de la ruta, del paisaje, del ritmo, de la bici.
Y disfrutando, disfrutando cuando faltaban unos 10 kilómetros para el siguiente control me adelantó un ciclista. Rodaba rápido y con pedalada pesada, imposible seguirle.
Y a los 5 kilómetros para el control me encontré con el ciclista con el que había "compartido" el primer tramo. Estaba meando en medio de la carretera. Le adelanté con un saludo breve y seguí disfrutando.
En el kilómetro 168 estaba el siguiente control. Entré en un supermercado, compré algo para comer y enseguida me puse en marcha. El ciclista que me había adelantado también se ponía en marcha, me saludó y creo que casi hizo ademán de que fuésemos juntos, pero él rodaba más rápido que yo, enseguida se distanció.
Me quedaban 60 kilómetros hasta el siguiente control, donde pensaba comer y, la verdad, se me pasaron muy rápido. Me estaba gustando el recorrido. No sólo seguir la hoja de ruta era sencillo sino que la ruta estaba teniendo subidas muy interesantes, bajadas muy rápidas y llanos en los que rodar alegre y, además, los paisajes oscilaban entre muy bonitos y preciosos.
Aun así, cuando llegué a Cheddar, la ciudad del famoso queso, donde se encontraba el siguiente control (km, 227) ya me sentía un poco cansado. Eran las 15:36, llevaba 9 horas y media de ruta a buen ritmo, las piernas empezaban a notarse cansadas.
En Cheddar el control era en un pub. Como la temperatura era agradable me senté en la terraza, compré la bebida y saqué mi tupper con mi ensalada de pasta. En la mesa de al lado estaba el ciclista rápido comiéndose un sandwich de lomo comentamos la ruta, le comento que rodaba muy rápido y él deja caer que se sorprendía de lo poco cansado que se encontraba. Ojiplático me dejó.
En otra mesa cercana una señora mayor y su hijo cercano a la treintena me preguntaron si era de Kingston (llevaba el maillot de los Kingston Wheelers), resulta que ellos también vivían en Kingston. Casualidades de la vida.
El ciclista rápido se puso en marcha unos cinco minutos antes que yo y se despidió diciendo, nos vemos en el siguiente control.
El siguiente control estaba a 45 kilómetros de distancia pero se me hicieron pesados. Había parado "sólo" 30 minutos para comer pero me costó arrancar. Encima me pasé un giro y acabé haciendo dos o tres kilómetros de más. También soplaba algo de viento...
Vamos que ya estaba cansado y cualquier disculpa era buena para quejarse.
De todas maneras no me torturé mucho. Bajé un poco el ritmo haciendo el cálculo mental de que una vez que pasase la digestión me encontraría mejor.
Y en estas llegué al siguiente control. Una gasolinera en el kilómetro 272. Ni rastro del ciclista rápido, pero no me extraña, imagino que no habría parado mucho tiempo y viendo su ritmo iría bastante por delante. Yo tampoco paré mucho, lo justo para comprar un zumo y una bolsa de cheetos (voy a tener que revisar mi dieta en las rutas) y dar cuenta de lo comprado.
Cuando me puse en marcha ya me sentía mucho mejor. Quedaban sólo 37 kilómetros, la ruta estaba prácticamente echa.
Pero no. El ser tonto o arrogante es lo que tiene, que vas sin saber lo que te viene por delante. Y lo que apareció por delante fue una colina con un desnivel que nada más verla me hizo poner el piñón más grande y eso que me faltaban varios metros para llegar a la subida.
Una subida corta, pero dura. El peso de la bici, las piernas pensando ya en descansar, el corazón que se niega a bombear más rápido; de repente los metros avanzaban muy despacio.
Y cuando se acabó esa colina vino otra. Posiblemente un poco más corta, pero un poco más empinada. Ni siquiera la cuesta abajo me sirvió para relajarme.
Más que nada porque enseguida apareció otra colina. Además esta era de las que engañan; de esas que te crees que estás coronando y de repente tomas una curva y descubres otra cuesta que te espera. Y así varias veces, y cansado como estaba, y venga pa'riba después de otra curva, se me estaba quedando larga la ruta...
Cuando coroné me sentí muy aliviado, estaba en el kilómetro 300, faltaban 10 kilómetros para el control final, estaba en lo alto de una colina. De aquí en adelante tendría que ser to'pa'bajo...
Y con esa idea me planteé el descenso. Pedaleando con alegría, agilidad y fuerza. Buscando acabar la ruta con rapidez.
Pero mira tu por donde que a los tontos y a los arrogantes el destino les tiene preparadas sorpresas y en mi caso la sorpresa era una colina.
Y es que la cosa pintaba mal. El descenso me estaba llevando a un valle bastante profundo. Y explorando hacia donde se dirigía la carretera no parecía ni que el pueblo final estuviese cerca ni que se pudiese salir del valle de otra manera que no fuese "pa'rriba".
Y así fue. Por suerte la carretera de esta "colina" tenía buena trazada y la pendiente no era muy pronunciada. Sin fiarme ya de nada decidí poner un ritmo de subida tranquilo y armarme de paciencia.
Y con paciencia todo de anda. Al final coroné. Ahora si que si, apenas faltan 5 kilómetros, ahora si que tiene que ser todo "pa'bajo". Meto plato y acabo fichando en el último control a las 20:30.
En el último control está el ciclista rápido y veo en su brevet que él ha llegado 35 minutos antes que yo. ¡Que tio!
Yo comento que me habían sorprendido las últimas colinas, que no me las esperaba; y uno de la organización dice que la ruta del año pasado era más fácil, pero que este año la han cambiado. A pesar de todo les cuento que me había encantado la ruta. Sencilla de navegar, con paisajes preciosos, con buenas subidas. Un 300 que me gustará repetir AHORA QUE YA CONOZCO EL PERFIL...
Me acabo la leche y las galletas que me había pedido en el control (gran costumbre esta de que los brevets acaben en un control donde te ofrecen comida) y me despido. Todavía me quedan tres horas de conducir hasta llegar a casa y quiero cenar algo antes de ponerme al volante.
En el restaurante del hotel donde había dormido la noche antes me pido una hamburguesa de pollo, mientras me la preparan me cambio y meto la bici y demás enseres en el coche. Me como la hamburguesa, arranco el coche y, cuando estoy saliendo del pueblo, ya de noche, me cruzo con el siguiente grupo de ciclistas, 50 minutos más tarde y con una cara de cansancio que me impresionó. Se ve que a ellos también se les había hecho larga la ruta.
Pero no acaba aquí la cosa. El domingo dediqué el día a la familia. El lunes fui a trabajar en bici (23 kilómetros en cada sentido) y noté que no me había recuperado del todo.
¡¡¡¡Pero que esperabas alma de cántaro!!!!
No contento con eso el martes decido ir de nuevo en bici al trabajo. "Rodaré despacio para estirar los músculos". A los 100 metros ya noto que ni despacio ni leches, que estoy cansado. A los 200 metros se pone a llover con mucha fuerza. A los 250 se me pasa por la cabeza la idea de dar la vuelta y dejar la bici en casa e ir en tren a trabajar. A los 300 metros, inexplicablemente, decido que voy a trabajar en bici.
Llegué con la mayor mojadura que recuerdo en mis desplazamientos al trabajo. Hasta se hizo un charco en el ascensor; y eso que yo me bajo en la primera planta...
De vuelta a casa iba pensando "mañana voy a trabajar en tren, que tengo que descansar, este domingo tengo la Etape du Dales (175km y 3.540 metros de desnivel)"
Hoy, miércoles, se ha levantado el día con un sol expléndido, y yo a trabajar en tren.
Mira que sea lo que sea, tonto o arrogante, pero YO MAÑANA ME VOY A TRABAJAR EN BICI.
Los datos de la ruta:
- Kilómetros: 317,34
- Tiempo empleado: 14:27:42
- Velocidad media total: 21,94 km/h
- Tiempo rodando: 13:02:00
- Velocidad media rodando: 24,35 km/h
- Tiempo parado: 1:25:42
- Velocidad Máxima: 61,00 km/h
- Calorías consumidas: 8.413 kcal
- Pulsaciones medias: 127 ppm
- Pulsaciones máximas: 166 ppm
- Cadencia media: 82 rpm
- Cadencia máxima: 107 rpm
- Link a strava: app.strava.com/rides/8428558
A cuidarse
Javier Arias González
Ya tengo dorsal para la Quebrantahuesos 2012
El 9154 ha sido el número agraciado.
Después de la mi apasionante primera experiencia con la Quebrantahuesos y después de las buenas sensaciones de mi segunda experiencia ya tengo ganas de vivir la tercera.
Objetivo bajar de 7:48:07
A cuidarse
Javier Arias González
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