Los familiares de los ciclistas hacen el recorrido en autobús de forma que una vez finalizada la ruta se organiza una comida con todos los ciclistas y familiares en la que se entrega un ramo de flores al ganador de la carrera. No hay premio para el segundo.
En la ruta participan una decena de amigos a cual más entrado en edad y/o kilos. Auténticos “profesionales” del ciclismo entre colegas que por una vez al año se ponen el cuchillo en los dientes y se disponen a hacer una ruta con la intención de ganar el ramo a toda costa. “A machete”, “Sin piedad”, “Estrategia”, “Chupar rueda”, “Hachazo” son términos que alcanzan una nueva dimensión en esta ruta.
La ruta la organiza la peña ciclista Jose Enrique Cima y en ella “compiten” varios del clan de los Cima y varios que tienen la equipación de la tienda Kike Bike. Algunos del clan de los Cima llevan equipación de Kike Bike y algunos ni somos del clan de los Cima ni llevamos equipación de Kike Bike. No consta que por ser miembro del clan de los Cima y/o por llevar o dejar de llavar equipación de Kike Bike se sea de un equipo o de otro. Se que todo esto es un poco lioso por lo que paso a presentaros a algunos de los protagonistas:
- Paulino. Posiblemente la persona con más peso en el grupo. Equipación de Kike Bike
- Rubén. El más joven, ese que lleva una bicicleta digna del Pakefte (con cambios en el cuadro).
- El de blanco (Luis). Ese al que no conoces pero que nada más llegar te fijas en él. Enseguida te das cuenta de que por cuerpo y por tener las piernas depiladas va a ser un serio aspirante al triunfo final.
- El Furby parlanchín (Jorge). Mote que se ha ganado a base de no callarse mientras monta en bici. Conocido por su dominio de la estrategia. Lleva maillot de Kike Bike.
- El abuelito (Raul). Convaleciente de una operación de rodilla se trató con una dieta de proteínas el día anterior (parrillada familiar) pero se sospecha que fue la escusa para no salir el sábado y así reservarse para el domingo. Equipación de Kike Bike.
- La apisonadora de cuatro caños (Oscar). Posiblemente el más fuerte/potente de todo el grupo aunque a veces le falla la estrategia. Equipación de Kike Bike.
- Yo. Ese que se ha planificado todo un año trabajando el fondo con un 200, un 300 y un 400 y trabajando las subidas con una Quebrantahuesos con el objetivo único de ganar esta prueba; como decía Luis Aragonés, por lo civil o por lo criminal
Quedamos en salir a las 8:00 y con puntualidad típicamente española nos pusimos en marcha a las 8:20.
Una peculiaridad de esta “competición” es la furgoneta de apoyo. Si pinchas se queda a esperarte y una vez reparado el pinchazo te subes a la furgoneta y ésta te reincorpora al pelotón. La primera misión de la furgoneta fue incorporar a la “carrera” a uno de los de Cima que se había quedado dormido porque la noche anterior había salido.
A pesar de ser esta una “carrera” “a muerte” el plan ya está trazado de antemano. Ritmo tranquilo los primeros 25 kilómetros que pica pa’riba. Ritmo más ágil a partir de ese momento que pica pa’bajo. Táctica de desgaste en pelotón hasta Cangas de Onis y de Cangas a Covadonga la competición final.
Nada más salir nos calló un chaparrón de agua tan de improvisto que no nos dio tiempo ni a ponernos los chubasqueros. Y ya una vez mojados… Menos mal que la temperatura era agradable.
A los pocos kilómetros de salir empezaron a sucederse los pinchazos. Curiosamente concentrados en aquellos que llevan equipación de Kike Bike. Se sospecha de que se trata de una estrategia para mantener el equipo fresco y descansado, pero nada se ha podido probar.
Los primeros 20km los hacemos a la espeluznante velocidad media de 23km/h. Lo que se viene a llamar a ritmo de competición. Yo aproveché la parada, de cuyo motivo no me acuerdo, para mear.
El de blanco se ha ido mostrando en cabeza todo el rato. Yo le observo y dudo.
El Furby me amenaza con atacar aprovechando mi siguiente parada a mear.
Los segundos 20km la media subió hasta los 25km/h. Yo me comí una barrita energética medio a escondidas para que mis rivales no se diesen cuenta de que me estaba alimentando bien.
En Infiesto la apisonadora pincha. Justo cuando más llovía. El abuelito se pone en cabeza e impone un ritmo de 35 km/h. Yo, que me he criado ciclísticamente hablando a rueda del abuelito, esta me la sé. Me pongo a su rueda y no me despego a pesar de que me salpique igual que si dirigiese la alcachofa de la ducha a directamente a la cara. El grupo se estira. Se sospecha que esto es una táctica del equipo Kike Bike, pero como aquí no hay equipos la sospecha es una tontería.
El Furby no lleva gafas y le cuesta ver. Lo mismo es buen momento para atarcarle. Si no fuera porque estamos muy lejos…
El de blanco se pone en paralelo con Raul y le pregunta porque vamos tan despacio. Gallu, gallu, gallu.
Yo vuelvo a tener ganas de mear. Contemplo la posibilidad de pararme, pero si el pelotón rueda a este ritmo no voy a poder pillarles y no estoy seguro de si podré aprovecharme de la furgoneta. Valoro la posibilidad de mearme encima, total llueve un montón, pero de momento la situación no es desesperada. Eso si, dejo de beber.
En algún momento ha dejado de llover, pero como estoy tan mojado y tan concentrado en la “carrera” no tengo claro cuando.
De repente se produce una caída en la cola del pelotón. Una bici le hizo el afilador a otra y el ciclista acabó en el suelo. Me acuerdo de una caída similar de Pilar en el 300. Por suerte en esta ocasión no ha sido nada y el pelotón se pone de nuevo en marcha. Estamos en el kilómetro 60, a las puertas de Arriondas, y yo, aprovechando la confusión general, he tenido tiempo de mear. Je, je, je, esto marcha.
De Arriondas a Cangas de Onis son 9 kilómetros y ya empieza a ser falso llano. El de blanco lleva plato pequeño con todo metido. Yo llevo el plato grande y no se en que piñón voy. Me pregunto si estaré haciendo bien, pero como paso los repechos relativamente bien dejo de preguntármelo.
Me como un trozo de dulce de guayaba. El arma secreta. Nadie se entera.
Kilómetro 68. A las puertas de Cangas de Onis. Por increíble que parezca vuelvo a tener ganas de mear. Pienso rápido y decido parar. Si espero llegaré meandome al tramo decisivo. Mientras estoy meando pienso que además al tener que atravesar Cangas de Onis el pelotón bajará el ritmo.
Me pongo en marcha. Acelero para tratar de alcanzar el pelotón lo antes posible. Les alcanzo pasado ya Cangas de Onis y cuando llego a su altura el de blanco está tirando del pelotón y el Furby me informa de que Rubén ha dado un hachazo y está por delante. Yo miro y por delante no veo a nadie. Ha abierto mucho hueco. Pienso que se ha escapado la posibilidad de ganar.
Pero al poco caigo en que el de blanco está rodando a un ritmo realmente alto. El pelotón se ha puesto a la caza. Me sitúo en los primeros puestos del pelotón pero procurando ir siempre a rueda.
A los tres o cuatro kilómetros alcanzamos a Ruben. Y como en los ciclistas de verdad el pelotón lo adelantó a toda velocidad. Parecíamos profesionales.
Estamos en los kilómetros de la verdad. El de blanco el primero, plato pequeño, todo metido, detrás, pegado al arcén, uno de los de Cima a su lado yo, detrás el resto. En un momento dado miro para atrás y cuento. Somos ocho, lo que quiere decir que tres ya se han quedado descolgados.
Veo que el de blanco intenta cambiar de plato. ¡Que ataca! ¡Que ataca! Que nervios.
Como a la vez tiene que bajar piñones el cambio le sale un poco chapuza y el ataque, aunque ataque, es totalmente previsible, al menos para mí. Salto a su rueda.
Hemos abierto hueco, pero no mucho. Yo voy pegado a la rueda y aguanto bien el ritmo. Los de atrás parece que han reaccionado y se están acercando. El blanco se da cuenta y levanta el pie por unos segundos. Cuando el pelotón se reagrupa comenta: “Se nota que vamos fuertes. ¿No quiere tirar nadie?”.
Paulino acepta el reto de Pepsi y se pone en cabeza. Se recupera el ritmo de “carrera”. Paulino y el de Blanco en paralelo en cabeza. El de cima detrás de Paulino y yo detrás del de blanco. Detrás nuestro los otros cuatro. El ataque ha estado bien, pero nadie se ha quedado descolgado.
El de Cima pilla un bache. Pequeño pero profundo. Revienta la rueda delantera (luego me enteré que la trasera también). “Venga, buena suerte” se despide. Pinchar a tres kilómetros de la meta es una faena, pero oye, era un rival muy peligroso.
De repente aparece atacando desde atrás la Apisonadora de Cuatro Caños. Al pasar a mi altura comenta algo como “Vamos Javier”.
Salto a su rueda.
El ataque es demoledor. Estamos subiendo, tengo el plato metido y tengo que meter más piñones para poder seguirle.
Miro hacia atrás y veo que el Furby también ha saltado. Está unos metros por delante del pelotón que encabeza el de blanco.
Pero el ritmo de la Apisonadora es brutal. El hueco se hace más grande. El corazón se me sale por la boca, pero alcanzo a decir. “Despacio, despacio que queda mucho y tenemos mucho hueco”. No se si fue un consejo táctico, todavía quedaba kilómetro y medio; o si fue una petición de piedad, si sigue a ese ritmo me descuelga; pero sea como sea la apisonadora relajó un punto el ritmo adaptándolo a la carretera que se hacía cada vez más empinada.
Aguanté a rueda hasta la curva de la cueva. En la curva decidí aumentar el ritmo. La apisonadora no me siguió. Faltan tres curvas para la meta.
Curva a la derecha. Miro hacia atrás. Tengo hueco. Mi ritmo no es muy alto, pero he ganado unos pocos metros.
Viene la curva a la izquierda vuelvo a mirar hacia atrás. Temo un ataque sorpresa de la apisonadora desde atrás. Me levanto sobre la bicicleta y ataco la curva por el lado más corto y duro.
Se acerca la última curva. Voy a ganar. VOY A GANAR.
Entro en la explanada de la basílica y busco con la mirada a los familiares. La explanada está llena de gente, pero allí nadie se percata del combate que acaba de acontecer.
La apisonadora llega el segundo. El de blanco el tercero y Paulino el cuarto. El furby, que llega el quinto, menciona problemas con su cambio de plato pero reconoce que no le ha salido la estrategia.
Son poco más de las 11 y la velocidad media ha sido de 28,8km/h. No esta mal para un pueblo.
El de blanco dice “Ahora a los lagos”. Gallu, gallu, gallu.
Yo digo que vale, pero que no tengo agua. El Furby me ofrece su botello que está casi lleno. La apisonadora se suma. No habíamos dado tiempo ni a llegar al sexto cuando ya estábamos en marcha hacia los lagos.
Empezamos a subir y la apisonadora pone un ritmo que a mi me parece demasiado alto, yo todavía estoy intentando recuperar la respiración.
Me pongo a su lado y le comento que así no llegamos hasta arriba. A lo que él me contesta que hasta arriba que no, que sólo subimos un par de kilómetros.
Tras unos momentos de dudas decidimos que hasta arriba.
Ponemos nuevo ritmo y poco a poco vamos subiendo.
La huesera bien. El de blanco se descolgó un poco, pero se reincorporó al poco de pasarla.
El mirador de la reina regular. Se empieza a notar en las piernas la juerga del final de la carrera.
Después del mirador de la reina parece que el de blanco se pone en cabeza. Que la apisonadora sube bien.
Yo, que no tengo muy claro de que vamos, decido que pongo yo el ritmo.
No separamos. Yo por delante. La apisonadora por detrás y el de blanco más atrás todavía.
Los últimos repechos se hacen eternos a pesar de ser prácticamente falsos llanos. Mi ritmo es bueno, pero no para tirar cohetes.
Por fin llego al lago Enol. Apoyo la bicicleta y me dispongo a esperar a mis colegas de ruta para sacar la típica foto a orillas del lago.
Poco más. Descenso rápido. Ducha. Comida y mucho buen rollo. Este año no ha habido ramo, cosas de la crisis supongo, pero da igual. Sea como sea seré campeón por un año.
Os dejo el perfil (sólo hasta la cima de los lagos, donde me quedé sin batería)
Estos son los números de la ruta;
- Kilómetros: 103.96 (80+12+12)
- Tiempo empeleado: 4:33:42
- Velocidad media 22.7km/h (28.8 hasta la basílica)
- Velocidad máxima 63.7 km/h (bajando de los lagos)
- Calorías consumidas: 3.127
- Pulsaciones medias: 129
- Pulsaciones máximas: 194 (ese ataque demoledor de la apisonadora casi me mata)
A cuidarse
Javier Arias González
No hay comentarios:
Publicar un comentario