¿Qué pasa “biciosos”?
Me tiré de la cama a las 7:30, como quien no quiere la cosa. Llovía mientras me ponía la ropa de "torero". Estaré en casa a las 10 o 10:30 le dije a Carmen cuando me despedía. Quería estirar un poco las piernas.
¡¡¡A las 08:05!!! Me ponía a pedalear con mi chubasquero puesto, mi mp3 con música tranquila y con la sana intención de acercarme a San Martín de la Vega al tran tran y volver.
Claro que al llegar a Perales del Río, en la rotonda justo después de la bajada de los gitanos, me adelantaron dos ciclistas en bicis de montaña. "Buenos días" dijeron ellos "buenos días" contesté yo todo educado.
A pesar de la educación no pude evitar el ponerme a rueda (a una distancia prudencial) e intentar seguirles el ritmo. Llevaban un ritmo alegre. Empecé a prepararme para la batalla de la Marañosa, se veía que iba a ser dura.
El caso es que cuando llegamos al desvío de la gravera ellos se salieron del carril bici. "Hasta luego" dijeron. ¿Como que hasta luego? pensé yo. "¿Donde vais?". "Vamos a meternos por esa pista y a pillar unos caminos por la Marañosa, ¿te vienes?".
Ese ¿te vienes? a mi me sonó un poco a "No hay huevos" y ante semejante tono no pude más que imitar a Camilo Jose Cela y decir "venga, vale". Nos presentamos y me encontré acompañado por Javi, un tipo alto y delgado, y Edu, un tipo bajo y delgado (una especie de Oscar y Andrés, Jorge no encaja en el segundo adjetivo)
Pillamos la pista de las graveras a toda leche. Llevábamos un ritmo de esos de "vamos a putear a este pringado que chupaba rueda". Al llegar a Casa Eulogio. Cambio de planes, que ya no vamos a la Marañosa que nos vamos a los caminos de Rivas. Yo me quité el chubasquero (ellos no llevaban, debí haber caído en ese sospechoso detalle) porque ya me sobraba todo y recordaba la cuesta de Rivas que habíamos bajado la última vez que estuvimos por allí. Temiéndome lo peor hice repaso mental. Orejones, 5. Gatorade, no traía, para ir a San Martin no lo necesito. Agua, poca, con lo que llueve no beberé mucho. Cojonudo, como siempre, preparado para un día de gloria. Envío un mensaje a Carmen para avisarla de que no llegaré tan temprano y me dispongo a la batalla.
Tenían razón Miguel y Fernando. Las cuestas de Rivas son duras y tienen vistas preciosas. Un sube y baja, más sube que baja que te destroza las piernas. Tenemos que acercarnos por allí un día. Eso sí, ni a la mitad de velocidad a la que fuimos hoy. Me llevaron a toda leche. Yo sólo me decía: aguanta, aguanta, que ellos pararán. Coño, si ni siquiera nos hablábamos, con lo educados que habíamos sido al principio.
Cuando llegamos a lo que se supone que era el final del camino paramos y departimos amistosamente. Yo me comí con toda mi ansia los cinco orejones y me acabé el agua que llevaba. Entre charla y charla me cuentan que ENTRENAN tres veces por semana en bici, que se dedican también al atletismo y que ahora con el buen tiempo también a la natación y así hacen triatlón. Ah, que también juegan al ping pong, pero a eso ya no le di importancia. Es en este punto en el que me confiesan que el mote de Edu es "el guindilla", más concretamente "el guindilla cabrón" apunta Javi. Claro que yo pienso que deberían ascenderle el adjetivo y pasar a igualar el mío
Empecé a sospechar la razón por la que muchos ciclistas no se saludan cuando se cruzan en el carril bici. Dos veces que me he enrollado con alguien en el carril bici, dos veces que me han salido unas bestias del deporte que me arrastran a locuras físicas no sexuales.
Pues nada camino de regreso. Bajando íbamos a tanta leche que una de las curvas la tomé recta, percance sin consecuencias gracias a las pastillas nuevas que llevaba en los frenos, que sino vuelo por uno de los acantilados.
Que vamos a volver por los conejos muertos (son de Villaverde), me alegro, conozco el camino, podré regular. Hicimos los conejos muertos a una velocidad que yo no creía posible. ¡Coño, si no me daba tiempo ni a esquivar los baches! Eso sí, Edu recibió una llamada y en vez de bajar el ritmo soltó las manos del manillar y contestó la llamada mientras rodábamos a 30km/h por debajo de la autopista. Yo estaba por hacer como que me tropezaba y tirarle de la bici.
Llegamos al parque del manzanares. ¡Menos mal! Y Edu se separa para irse a su casa. Rodando ya tranquilamente va Javi y me confiesa que Edu se dedica a correr en bici con la de carretera y que es un bestia. ¡Que el tío iba regulando! Como yo, regulando para no morirme.
Por fin se fue también Javi y me quedé solito. Bajé el ritmo un poco más hasta hacerlo de globero total y me fui a casa orgulloso. No había hecho comentarios del tipo "vamos a un ritmo rápido, eh". Me había demostrado que era un biciorejon con todas las de la ley, de los que les pierde la boca (ese Andrés).
En fin, perdonad el rollo (nunca me salen cortas las crónicas) pero es que ahora estoy destrozado y me duelen un tanto las piernas y quería compartir la experiencia con vosotros. Eso si mañana no pienso saludar ni a dios por el carril bici, que nunca sabes con quien puedes acabar la ruta.
A cuidarse
Javier Arias González
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