¿Qué pasa "biciosos"?
Como muchos sabéis el objetivo que teníamos para la salida de ayer domingo era, nada más y nada menos, que subir el Angliru desde Lugones.
El sábado, para ir calentando motores, nos hicimos una ruta sencillita y a ritmo de colegas para no quemarnos de cara al domingo (57Km en 3h 22minuots, 17Km/h de media). Aun así no faltaron un par de repechos dignos de mención que aunque los subimos a ritmo tranquilo si que se hicieron notar. El mismo sábado ultimamos los detalles de la salida del domingo. Saldríamos una hora antes de lo normal para tener tiempo y subiríamos por Santa Eulalia de Morcin.
(perfil sacado de la página del Grupo Ensidesa Cicloturismo)
Este detalle podría parecer no importante, pero nada más lejos de la realidad amigos míos. Lo que es la subida al Angliru propiamente dicha empieza en un área recreativa que se llama Viapará. A Viapará, desde Lugones (desde Oviedo), se puede llegar, siempre subiendo, de dos maneras. O por Santa Eulalia de Morcin o por Riosa. Por lo visto, la ruta que pasa por Riosa es más larga en kilómetros, pero con una subida más tendida. La ruta que pasa por Santa Eulalia tiene menos kilómetros pero, como ambas llegan a Viapará, tiene necesariamente más desnivel. Para aclararlo un poco os pongo los dos perfiles. Como digo nosotros subimos desde Santa Eulalia, pero el perfil desde Riosa tiene más detalles de cómo es en realidad la subida al Angliru desde Viapará.
(perfil sacado de la página del Grupo Ensidesa Cicloturismo)
Total que quedamos a las 08:15 de la mañana el en bar de la estación del tren. Único bar abierto un domingo a esas horas. Lleno, como no podía ser de otra manera de trasnochados aprovechando para tomarse el último cubata. Allí nos presentamos Raúl, Jorge, Oscar, Juan y yo. A Víctor le recogeríamos por el camino, en la Corredoria. Una curiosa mezcla de novatos y expertos. Oscar, Juan y yo éramos noveles en esta aventura, Jorge buscaba su segunda ascensión, Raúl su tercera y Víctor no se acuerda del montón de veces que ha subido.
Nos tomamos el pertinente café y a las 08:30 nos pusimos en marcha entre bromas y consejos de cómo afrontar la subida.
De Lugones a Oviedo es subida, no muy empinada, pero subida, de Oviedo a Santa Eulalia es fundamentalmente llano. Pero a partir de Santa Elulalia es todo para arriba. No se puede decir que fuésemos muy deprisa, pero os puedo jurar que despacio no íbamos. Enseguida nos dividimos en dos grupos, Oscar, Víctor y Jorge en cabeza y Raúl, Juan y yo manteniendo el tipo. He de decir que a mi este primer tramo se me hizo eterno. Se hablaba de subir a Busloñe y cuando llegamos a Busloñe no dejamos de seguir subiendo. Incluso con rampas del 11,5%, 12,8%, 14% y ¡¡¡17%!!! Cuando llegamos a Viapará el cuenta kilómetros marcaba 30 kilómetros exactos de los cuales los 11 últimas habían sido de subida, y os puedo asegurar que de subida "interesante". Yo no se los demás, pero este que os escribe, cuando llegó a Viapará estaba ya de subir hasta los mismísimos. ¡¡Y quedaba lo mejor!! Yo entiendo perfectamente que a ese área recreativa la llamen Viapará. Después de todo es un sitio de "pará" obligatoria después de haberte metido entre pecho y espalda una subida "curiosa" y antes de darte un atracón de subida "divertida".
En Viapará nos sacamos una foto para que constase que por lo menos hasta allí habíamos llegado. En la foto podéis ver, de izquierda a derecha, a Juan (sin mote de momento), a Raúl "el abuelito", a Jorge "el Furby", a Oscar "la apisonadora de cuatro caños" y a Víctor "el enano gruñón".
Al ponernos en marcha pasamos delante de una señal que no pude dejar de retratar. La verdad es que si lo pensáis la cosa tiene su miga. La señal dice: Prohibido pasar de 40Km/h, atención a las vacas, a los derrumbes y a los desniveles de hasta el 24%. Vamos, para darse la vuelta en ese mismo instante. No solo desniveles dignos de becario de ingeniería de caminos sino que además derrumbes y vacas sueltas ¿y para fastidiar no nos dejan pasar de 40km/h? ¡Pues no vamos a poder subir a la carrera! Tendremos que subir en plan amiguetes de paseo por la montaña..... Bueno yo os puedo asegurar que no pase de 40km/h y doy fe de las tres advertencias que se hacían en la señal, había vacas sueltas (y vaqueros buscándolas), derrumbes (había llovido mucho los días de atrás) y me parece haber pasado repechos como los que se advertían, aunque no estoy muy seguro.
Hasta Viapará el paisaje estaba siendo espectacular, pero el disfrutar se iba a acabar. El Angliru estaba envuelto en una densa niebla que iba a impedir por un lado que disfrutásemos del paisaje y por otro que pudiésemos ver lo que nos quedaba de subida (no se si esto es bueno o malo). Sea como sea nos pusimos en marcha. El Angliru está muy bien señalizado, en cada curva, en cada repecho tienes un cartel que te va diciendo que desnivel estás sufriendo, cuantos kilómetros te quedan por sufrir hasta la cima y el nombre propio de esa curva o repecho en concreto (digo yo que en honor de un ciclista muerto en ese punto). En Viapará la primera señal decía que nos faltaban 6,5km hasta la cima.
Ya en la primera rampa Víctor y Oscar imprimen un ritmo que a los demás nos parece a todas luces de locos. La verdad es que en poquísimos metros afrontamos unas rampas duras (En el perfil marcadas con un 14% y con un 20% en las Cabanes) que nos obligaron a cada uno a buscar nuestro ritmo de subida. Víctor y Oscar por delante y por detrás de mí venían Jorge con Juan a rueda y unos metros por detrás Raúl. Poco más puedo contar, al poco perdí entre la niebla a Víctor y a Oscar por delante y a Jorge, Juan y Raúl por detrás. Me quedé aislado. ¿Que haces cuando estás en medio de una subida rodeado únicamente de niebla? Pues nada, me puse un ritmo "cómodo" y me dispuse a subir a mi bola. Pedaleaba fundamentalmente sentado, pero levantándome de cuando en cuando para atacar las rampas más duras. Tranquilamente y sin agobiarse.
Cuando llevaba subiendo unos dos kilómetros vi por delante de mí a Oscar. Tampoco quise cebarme, pero el contacto visual me sirvió para motivarme y acelerar para alcanzarle. Me estaba encontrando bien dentro de lo posible y la posibilidad de subir acompañado era muy interesante con lo que nos quedaba por delante.
Alcancé a Oscar e intercambiamos las típicas palabras: "¿Como vas?", "De momento bien", "¡Vaya rampas!", "Hay que regular que todavía nos queda la Cueña les cabres", etc, etc. Tampoco mucho más que había que ahorrar oxigeno. Rodamos juntos muy poco, porque al levantarme sobre la bici para atacar una rampa se me rompió la cadena de la bici.
Creo que los cagamentos y juramentes se oyeron claramente en el cielo, no en vano estábamos a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar. Con lo bien que yo me encontraba.....
Le dije a Oscar que siguiese, que tenía de todo para reparar la avería sin problema. Me puse a reparar la cadena y en ese momento recibí una llamada telefónica. No quise contestarla, estaba tan enfadado que lo único que quería hacer era reparar la cadena lo más rápidamente posible para no perder demasiado tiempo y no enfriarme mucho. Con la sudada que tenía y la humedad que la niebla dejaba en el ambiente si te quedas mucho tiempo parado luego pareces robocop. Más tarde me enteré de que la llamada era de Andrés y Jorge Nogales, los compañeros de Madrid que llamaban para ver como llevábamos la etapa.
Para reparar la cadena quité el eslabón roto y traté de unir la cadena de nuevo. No pude, el siguiente eslabón también estaba doblado. Al final tuve que quitarle dos eslabones a la cadena para poder unirla de nuevo. Entre tanto fueron pasando Jorge, Juan y Raúl. No se cuanto tiempo tarde en arreglar la cadena, pero lo que si se es que cuando me puse de nuevo a pedalear ya estaba totalmente frío y fuera de ritmo. Me costó un huevo encontrar un ritmo de subida. Y cuando lo encontré me encontré también con la cueña les cabres.
La cueña les cabres, como se puede ver en el cartel de la foto PICT0004.JPG (también se puede apreciar la densidad de la niebla) es una rampa de 450 metros con un desnivel mínimo del 16% y uno máximo del 23,5%. Duro, muy duro. Todo metido, sentado en la puntita del sillín para que no se te levante la rueda delantera y zizagueando de vez en cuando para encontrar aire y esquivar uno de los derrumbes. Al final de la cueña les cabres me encontré con Raúl y partir de ese momento hicimos juntos la subida.
Justarme a Raúl me vino genial. Su ritmo era un poco más suave que el mío y eso me permitió encontrar el punto de pedaleo. Juntos afrontamos las últimas rampas del 18% (les piedrusines) y del 22% y juntos llegamos hasta la cumbre, donde nos esperaban hacía ya bastante rato los demás. Por lo que me contaron Víctor llegó en solitario y sobrado. Jorge fue de menos a más y adelantó a Juan en la cueña de las cabres y a Oscar un poco más adelante y acabó llegando detrás de Víctor, al parecer a no mucha distancia. Juan se recuperó del bajón de la cueña y acabó adelantando a Oscar al que le quedó larga la subida. El comentario general es que había pagado el ritmo de subida hasta Viapará y de los primeros kilómetros del Angliru. Aun así todos estábamos muy enteros y habíamos subido muy dignamente. Somos unos globeros, pero con estilo.
Nos sacamos una foto en la cumbre para que quede constancia del hecho. Si os fijáis en la foto no hay nada de niebla. Esto es debido a que el cartel esta en la cara sur del Angliru y toda la niebla estaba en la cara norte. Enseguida nos dispusimos a bajar.
Y enseguida Jorge se tiró como una flecha Angliru abajo y yo detrás. Menudo frío, que poco se veía y cuanto recé para que los frenos no dejaran de frenar. Lo cierto es que no llegué a disfrutar de la bajada, con tan poca visión, tantas curvas y tantas posibilidades de acabar volando literalmente se apoderó de mi lo que simple y llanamente se conoce como miedo y baje casi todo el tiempo con las dos manetas de freno apretadas. Casi se me solidifican los dedos en esa posición.
En Viapará estaba Jorge esperando y juntos nos pusimos a esperar al resto. Entre comentarios sobre la subida y el intercambio de experiencias el tiempo pasaba. La verdad es que tardaban en bajar. Jorge empezó a comentar que si habría pasado algo..... ¡¡¡¡PUES CUALQUIERA SUBE A COMPROBARLO!!!!
Al final bajaron y se confirmaron nuestros temores. A Víctor le había estallado la rueda delantera en plena bajada. Por suerte, y gracias a su habilidad, no llegó a caerse y la anécdota se quedó sólo en eso, en anécdota. Pusimos el turbo y seguimos el descenso hacia Santa Eulalia. Este descenso ya fue mucho más bonito. No había niebla y las posibilidades de volar con la bici eran menores. Bajamos a buen ritmo Jorge y yo y llegamos a Santa Eulalia con unos minutos de adelanto sobre el resto. En Santa Eulalia nos reagrupamos y pusimos rumbo a Oviedo.
De Santa Eulalia a Oviedo hay tres repechos. Uno un poco más largo e inclinado y dos un poco más cortos y tendidos. Normalmente estos tres repechos no serían dignos de mención, pero cuando los pillas al final de la etapa la cosa cambia y los repechos ya no son tan triviales. Aun así nos portamos como colegas en tregua y no hubo ataques ni intentos de medir fuerzas, los subimos a un ritmo que fuese aceptable para todos.
Poca más historia queda por contar. Únicamente que llegando a Lugones me dispuse de nuevo a disputarle el sprint a Jorge. Andaba yo un tanto picado después de su victoria en el anterior fin de semana (ver crónica del 23 de Abril). El caso es que repetimos situación. Yo delante marcando ritmo y el a rueda. Esta vez no traté de quitármelo de mi rueda. Puse un ritmo alto pero buscando desgastarle. Esta vez no jugué con los cambios en la última rotonda, simplemente mantuve el ritmo alto. Esta vez quise mostrarme frío y no incrementé el ritmo a medida que se acercaba Lugones. Sabía que le tenía a mi espalda y sabía que mi sprint final no iba a ser una sorpresa. Aun así metí todo y me levanté sobre la bici para impulsarla con más fuerza. Noté (en esos casos no se ve, se nota, se percibe) que efectivamente no había habido sorpresa, Jorge también se levantaba y también impulsaba con fuerza su bicicleta a la vez que se abría hacia la izquierda saliéndose de mi rueda y poniéndose en paralelo. Agaché la cabeza y eché el resto, el semáforo ya estaba allí y había que hacer el esfuerzo final. Sentía que Jorge seguía hay. Cuando levanté la cabeza me di cuenta de que un autobús estaba parado en el semáforo. Yo lo esquivé por la derecha y Jorge por la izquierda. Creo que llegamos empatados, pero también "sentí" que yo había frenado antes.
Desde aquí lo digo, el sprint de Lugones viniendo desde Oviedo va a tener que terminar un poco antes del semáforo. Sino cualquier día nos vamos a tragar a un peatón, a un coche o a un autobús, que nada vemos cuando vamos al sprint. :-)
A cuidarse
Javier Arias González
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